Conferencia en Varsovia, sin pena ni gloria
MIRAMUNDO por Gabriel Rumor, corresponsal internacional
La 19 Conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático ha concluido tras dos semanas tan deslucidas que justificaron las débiles expectativas y el escaso interés que despertó en los medios noticiosos internacionales.
Un sentimiento de deja-vu respecto de las anteriores reuniones, con la reiteración del antagonismo entre países industrializados y en vías de desarrollo, más dramático ahora sobre el telón de fondo de una catástrofe natural espantosa como el tifón de las Filipinas, explicable, según algunos, por la creciente degradación ambiental de nuestro planeta.
Un ambiente moroso, sacudido apenas por las tomas de posición de países importantes, como Japón y Australia que invocaban razones de emergencia para renegar de compromisos adoptados con anterioridad; las acostumbradas manifestaciones cuasi-folklóricas de algunas organizaciones no-gubernamentales, y el repentino eclipse del anfitrión principal, el ministro del ramo de Polonia, removido de su cargo en plena conferencia.
Pocos países, por cierto, tan emblemáticos como Polonia, de las contradicciones que frenan el feliz arribo de una convención que permitiría, si no revertir, al menos estabilizar el perturbador cuadro global; porque, junto a los avances nacionales indudables que exhibieron, es comprensible su reserva al encarar el reemplazo de sus enormes reservas carboníferas, de donde saca el 90% de su energía y en el que se basa su notable progreso tras la erradicación del comunismo, por otras fuentes menos contaminantes.
Desde luego que, en un plano teórico, es preocupante para el polaco de la calle la suerte de las gentes de micro-estados como Kirivati, Tuvalu o las Islas Marshall, amenazados de desaparecer bajo el nivel marino, pero no cesa de maravillarse del calor que ahora permite cultivar viñedos al norte de Varsovia y el ingreso adicional que para el presupuesto añaden las semanas adicionales de buen tiempo que atiborran de turismo sus hermosas capitales históricas.
Es, en fin, una suerte de ruleta global donde las desdichas de pueblos indígenas de las regiones polares tienen su contrapartida en el estímulo que el deshielo entraña para el comercio con nuevas vías que acortan las rutas y abaratan los costos de transporte.
Sin olvidar el carácter maniqueo de ciertas posturas radicales que demandan retribuciones a las antiguas potencias coloniales por las calamidades que en el presente sufren los ciudadanos de países agobiados, más bien, por la pésima administración y una corrupción rampante, desaguaderos por donde se pierde una porción importante de la ayuda internacional al desarrollo.
Sin hablar del crecimiento demográfico sin barreras, que explica en buena parte el impacto mediático de cataclismos naturales que fueron, siempre, compañeros de nuestra civilización, pero adquieren ahora un grado apocalíptico cuando afecta regiones de elevada población, generalmente miserables.
Así las cosas, uno de los detalles positivos que ha venido a ratificarse en Varsovia, es la participación en aumento del sector empresarial, antes satanizado, que intenta sumarse a los esfuerzos para la buena salud del globo.
Desde luego que no los mueve tanto la filantropía o el amor por el prójimo, como la natural búsqueda del lucro para sus inversiones, pero parecieran haber comprendido, después de años y siglos de brutal explotación, la dudosa utilidad de una clientela sin recursos en un planeta colapsado…
Es un proceso de altísima complejidad porque envuelve factores políticos y económicos que se agudizan por la globalización y la explosión informativa. Como en China, cuyo crecimiento salvaje ha sacado de la pobreza a una cifra insólita de su población al costo de daños ecológicos que ahora obligan a un reordenamiento, ante la presión, paradójicamente, de esos millones de nuevos consumidores que enfrentan y burlan la censura oficial para denunciar los abusos del poder.
O en los Estados Unidos, uno de los países que puede vanagloriarse de reducciones significativas en los índices contaminantes, por la introducción de energías dulces y automóviles de mejor tecnología y, sobre todo, la explotación de sus recursos hidrocarburíferas con métodos verdaderamente. revolucionarios.
En síntesis, como no es estéril ninguna reunión internacional y aquí en Varsovia, a pesar de los pesares, se acordó por lo menos continuar los esfuerzos, encomendando a cada estado cumplir acciones dignas de mencionar dentro de dos años, es probable imaginar que, bajo el aguijón de las catástrofes que no cesarán de conmovernos en los medios, de las campañas de las organizaciones ecologistas y del mismo interés de las grandes corporaciones, algo avanzaremos hasta Lima, sede de la siguiente conferencia.
Varsovia noviembre 2013
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