¿Para salvar el planeta …o destruirlo?
MIRAMUNDO por Gabriel Rumor, Corresponsal Internacional
El Independent londinense ha revisado con ojo crítico los proyectos en curso de la geoingeniería que, no importa cuan loables sus objetivos, podrían asestar al planeta un golpe de consecuencias incalculables.
Porque se habla de enviar al cosmos un gigantesco espejo que refleje la luz solar, de la erupción de volcanes artificiales, de diseminar aerosoles sulfatados en la estratosfera y disolver montañas y arrojar sus restos al mar, e inundar el océano con piezas de hierro para estimular el crecimiento de las algas.
Son algunas de las ideas de la ciencia que la Royal Society británica ha definido como la manipulación tecnológica climática a gran escala y se menciona por primera vez en el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático como un arma eventual contra el calentamiento global.
El documento, publicado en septiembre, confirma el criterio de que somos la causa principal del problema, ralentizado en la superficie terrestre en los últimos quince años pero incontenible en los océanos, y que las variaciones a corto plazo no reflejan las tendencias a largo plazo porque los niveles marinos están aumentando más rápido de lo que se había proyecto previamente y es muy probable que sucesos climáticos extremos comenzarán a golpearnos con creciente regularidad.
En síntesis, concluye el Panel, lo que hacemos ahora es “irreversible en una escala de varios siglos a milenios”; se refiere, en un tono cauteloso, al potencial de ciertos métodos de geoingeniería de desencadenar un incremento de temperatura global y recomienda invertir más en investigación y desarrollo para prevenir males mayores…
Partidarios del crecimiento sustentable recuerdan, a propósito, que ya durante la guerra de Vietnam, la aviación estadounidense emprendió la llamada Operación Popeye para utilizar el clima contra las fuerzas de Ho Chi Minh, y exigen una moratoria a las actividades de los innovadores.
Advierten que éstas lindan en la extravagancia y que no hay alternativa a la descarbonización ambiental, pues los modelos por computación parecieran no dejar dudas sobre los peligros en ciernes de la geoingeniería.
Por ejemplo, para contener el calentamiento se habla de esparcir grandes cantidades de aerosoles sulfatados en la estratosfera, que al mismo tiempo ocultarían el disco solar y perturbarían el ciclo de las lluvias; inundar los océanos con partículas ferrosas generaría, desde luego, una explosión del plankton que absorbe el carbono, pero es un proceso a muy largo plazo y conduciría a la acidificación, mientras el impacto en la vida marina podría ser sofocante.
Sí, desde luego que sería interesante la maquinaria desarrollada por el Instituto de la Tierra de la Universidad de Colombia para extraer diariamente mil veces más CO2 que un árbol natural, pero el costo de una aplicación intensiva lo hace aún impracticable; una limitación similar para quienes proponen pintar de blanco los techos de las viviendas o cubrir con material reflectivo extensas áreas de los desiertos para rechazar una radiación inconveniente,
Sin hablar de las implicaciones geopolíticas que, por ejemplo, pudiesen exacerbar la tensión crónica entre India y Pakistán si los manejos de uno de ellos alterase la temporada de monzones, al costo de una escala bélica; o, como ya ha sucedido, de un poblado en Alaska que se querelló con las compañías petroleras y carboníferas presuntamente culpables del incremento en el nivel del mar que amenaza con borrarlo del mapa.
Varsovia, noviembre 2013.
Mil gracias