Un programa dedicado a nuestra querida Caracas

Recibimos en el programa a dos invitados que conocen muy bien a Caracas, la han estudiado, la han escrito, diseñado, enseñado, pero por encima de todo, la han vivido intensamente.

Sabemos que lo van a disfrutar,  Planeta Vital se transmite por el Circuito Unión Radio, en Gran Caracas 90.3 FM, audio en vivo por www.unionradio.net y canal 980 Directv. Sábado 9:30 pm y domingo 10:30 am.

La bella Caracas, foto Marisela Valero

La bella Caracas, foto Marisela Valero

Ellos son, Gisela Kozak, Licenciada en Letras, escritora, profesora de la UCV y Guillermo Barrios, Decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, con quienes nos entusiasmamos tanto en la conversa, que no grabamos uno sino dos programas sobre la ciudad, el que sale este fin de semana nos convoca a las vivencias urbanas, más allá de su bella naturaleza, decidimos pasear por el paisaje emocional de nuestra Caracas.

De izquierda a derecha, Nidia Hernández, Guillermo Barrios, Gisela Kozak y Marisela Valero, en el estudio. Foto Héctor Luna

De derecha a izquierda, Nidia Hernández, Guillermo Barrios, Gisela Kozak y Marisela Valero, en el estudio. Foto Héctor Luna

Gisela se adentra en los olores, la intensidad y antipatía de muchos de sus habitantes, cómo vencerlas con paciencia y familiaridad, las contradicciones cotidianas a las que se enfrenta el caraqueño y Guillermo nos muestra el lado del peatón que disfruta con sus paseos por el centro de Caracas, caos y belleza simultáneamente. Además de su visión como arquitecto, donde la planificación es el eje y fundamento de cualquier proyecto que se emprenda para mejorar la ciudad.

Aquí Gisela saluda al Planeta como caraqueña.

Nos dejaron estos saludos, con sus ópticas particulares, pero ambos coincidentes en la esperanza por vivir con más amabilidad hacia nuestra casa grande.

Aquí el de Guillermo.

También aprovechamos la celebración del aniversario de Caracas como ciudad, para dejarles este texto publicado en Código Venezuela, con poetas que le hablan a Caracas, una selección de “La Maja Desnuda”, a cargo de Nidia Hernández, nuestra compañera de Planeta Vital que coordina la sección “Poesía y Ambiente”.

El cielo caraqueño con su bello Cerro Avila, Waraira Repano. Foto Marisela Valero

El cielo caraqueño con su bello Cerro Avila, Waraira Repano. Foto Marisela Valero

Caracas mortal y otros poemas | Por Nidia Hernández @lamajadesnuda

NIDIA HERNÁNDEZ. Caracas, ciudad intemperie, ciudad difícil, imposible ciudad, bomba temible de tiempo, resbaladiza, trabajosa, hostil.  A veces nos recibe, otras veces no podemos acercarnos y nos bota lejos. Custodia de nuestros afectos, ciudad amante, colateral, renegada, también un dulce amor, que nos acaricia, apenas con su lluvia, con sus tardes tornasoladas, con el cielo amable de todos sus árboles, y su luna bruja con estrellas; Caracas constelada, nos observa silente con sus ojos de buda; el Ávila. Nos grita sus mercaderías, pero también nos murmura sus sonidos, que no siempre oímos.

 La prefiguro como una muchacha solitaria, abandonada, altanera aunque herida, dadora y mendiga, la hemos encontrado de pie o sentada como esperando que algún transeúnte se detenga ¿A sonreírle? ¿A tocarla? ¿A hablar con ella? ¿A decirle palabras amables? ciudad como cualquier otra sobre la tierra, diminuta como el polvo, inmensa como una luz maestra, con los problemas que tienen todas las ciudades del mundo, la más desordenada, sus casas y edificios no son los más bellos, sus calles no son las mejores, sus habitantes en estos días no son los más amables, sus gerentes no existen. Esta no es, quizás, la ciudad más gentil, pero Caracas te agradecemos tanto, eres la ciudad nuestra de cada día, ciudad símbolo, ciudad espejo, ciudad representación, ciudad reflector, que no esquivan estos poetas que hoy te cantan, Caracas ciudad bendita. Amén

Plaza Altamira, en Caracas, años 50. Foto archivo Valero
Plaza Altamira, en Caracas, años 50. Foto archivo Valero

URBANO

 No, no puedo escribir un poema sobre callejones largos,

anchos o estrechos.
Mi ciudad no es una ciudad de cemento que sez agrieta
ni de tonos grisáceos para la mejor llegada del ocio.
Yo no tengo nada de esto.
Voy a las horas pico pegada a un volante
que se pega a su vez a un mal sonido de cante jondo,
voy siempre por las mismas avenidas y con el mismo calor.
Debo pedir perdón,
perdón a quienes convidan a pasear por postales
y no sé qué otra sensibilidad citadina.
Perdón porque no voy con mi escaso pasado rural a cuestas
ni juego a silbar sobre un trencito desvencijado e inexistente
que pasa cada día frente al mural de los locos
donde suponemos que yo aguardo para ir al cine.
Perdón por no estar tras ese mural y por no ir al cine.
Perdón porque el cemento es gris
y yo sólo tengo horas pico
y arena y alguna persistencia engañosa en hacer pie.
Perdón a todos los seres que como yo pululan
sobre los mediodías de junio,
a los oficinistas que no puedo retratar
con sus almuerzos comprados o sus termos
y el cepillo de dientes dentro de la cartera.
Perdón cien veces por anticipado
a los hombres que he dejado cuando más me amaban
o a los que me amaron cuando comenzaba a dejarlos
o a los que dejaré de lado sin amar.
Perdón al mendigo que me saludó sin pedirme limosna
y yo no pude dársela aunque la tenía en la mano
y me justifiqué diciendo que los mendigos bendicen pero no saludan
durante todo lo rojo que un semáforo dura
perdiendo el tiempo con los otros carros,
perdiendo el tiempo.
Perdón a la cara del loco que camina
pegado siempre al último recodo de la autopista
y a la sociedad protectora de animales que vendrá a recogerlos
si se entera y a todo lo que no se da por enterado, perdón.
Esta ciudad no tiene alma y es mía.
Esta ciudad no tiene alma.
Esta ciudad.

Gabriela Kizer. Caracas, 1964. De Guayabo.

 Caracas

¿Cuál es el dios de Caracas si a Tebas dejó el Dionisio bacante? Nos afanamos en este valle el pie de montañas asiento de algún nebuloso jinete y divino Recordamos los verdes los montes en las mañanas ahora de mayo cuando ha llovido y la tierra da olores de polvo recién nacido En Caracas ha desaparecido el arroyo de aguas ismenas fuente de Dirce náxides danzas Castalia es esta quebrada seca entre los bucares en las laderas lejanas del pobre río que no es un Cocito río de lamentos gélido tanto Aqueronte gran boca gran delta de aguas impuras El dios nuestro es este dios del instante de los reflejos de luz entre ramas del viejo jabillo avenida en sombra de la florida casa de mis abuelos antaño.

Tebas ciudad mi Caracas Tebas no tiene ruinas visibles Tebas murmulla en los ríos escondidos en sus corrientes ismenas

Ciudad conmovida por la inconciencia insolente brutal talentosa carcasa de garzas en fétidas aguas cardón estrellado casa de amigos hogar de mi madre recibe a la niña la ahoga en su abrazo.

Verónica Jaffé. Caracas, 1957.  De Versión Ismena,La Laguna de Campota, Caracas 2000.

La ciudad sitiada

 Anda ahora

desde la calle tristona y blanda.

Bien amarra tus zapatos

y raudo corre a casa.

 

Antes

toda la ciudad encendida verás.

 

El cacharrero más feroz y despojos

ya grises ofrendan más salud

al odio (casi) eterno.

El buey chilla su conclusión

bajo el ala erizada del buitre.

Y así como las paredes mejor

amasadas del vecindario

se despeñan deshelados

uno a uno los árboles

que sembraste

rinden para ningún dios

sus salivas últimas.

 

Y no puedes detenerte

e hinchar el pecho como en la vieja

saga nórdica.

El héroe (trágico o no) debe ahora

ajustar

la zancada nerviosa.

 

Camina y ve abriendo la senda

para ti y tus condenas ya cantadas

por otros. Esos otros que en su rabia

muequean día a día

desde temprano.

La rabia como una matrona

que afuera va engordando

cada nuevo día.

 

No grites aún tu queja

ni porfía y las brasas que arrastras

y los niños calla a ratos.

Los niños como salamandras

entumecidas de susto en susto.

 

Anda

y camina en la justa marcha

pues a los niños debes arropar

en enredos de páginas amarillas

o de Salgari o Verne. Al hueso dale

perro que ha de callar mientras

a la luz

le ofertas su cabida más tímida

en el mundo.

Anda

y a los dioses entrega

menos silencio que murmullos.

Y en casa más hueso

para que el perro

bien calle su boca y muerda lealtad.

 

Que hoy nadie supure los reflejos

del fuego externo. Que afuera

el odio ha prendido nuevas llamas.

Ahí la ceguera atenta

al carraspeo de todo lo ajeno.

Edmundo Bracho. Caracas, 1969. (Inédito)

 

A vida lenta

 A Andrés Eloy Blanco

y su “Pesadilla con tambor”

La ciudad y el grito

y la sirena aullante como gata en celo

y el policía

y el ladrón escondido en su sudor

y las palomas

las ardillas

el gallo insomne

la papa a cien, la papa a cien

a cien, a cien, a cien, a cien

la cebolla que me voy por motivo de lluvia

señor, déjeme en esta esquina

parada, parada, parada

y las botellas rotas

las vidrieras anochecidas

los ayes y dios míos

Lara, Lara, Valencia, Maracay, Valencia

avena, avena, avena.

y, mire por dónde pisa

se agradece a los señores usuarios

no pase la franja amarilla

espere su turno

hoy por ti mañana por mí

Dios te dé el doble de lo que me deseas

el cariño es el mismo

el “Anima de Taguapire”

Caracas te quiero

por motivo de arrollamiento

remate, remate, remate

epa, panadería

quihúbole parroquia

el humo, el orín, la cerveza

los perros lamiendo asfalto seco

y, ciudadano, su cédula

señor agente,

toma y dame

quédate quieto que te quiebro

el hierro, la herida,

el hospital sucio

la sangre vieja

y mamacita linda

hijo de peee… arepa, arepa,

arepa, arepa

el rancho es un castillo en la niebla

y las cayenas florecidas

de muerte lenta

la autopista

las minitecas

las rockolas

las cornetas

las bodegas

el centro comercial

la esquina, la noche

se reserva el derecho de admisión

Dios aprieta pero no ahoga

mosca, mosca, mosca

la lluvia

la madrugada

el miedo

lo mismo, lo mismo, lo mismo

lo mismo.

 Moraima Guanipa. Maracaibo, 1961. (De Bogares, 1998)

 

CARACAS MORTAL

A veces cuesta levantarse en esta ciudad. Salir por cualquier puerta o resquicio puede significar el camino a la muerte, bajo el brazo inclemente de la miseria o simplemente del aburrimiento.

Pero también la ciudad puede ser amable y tierna, puede ser la diferencia porque sé, con certeza, que estarás allí, ese espacio que ocupas me devuelve la calma y me prepara el camino para otros días de ausencia.

Así es esta ciudad, vive su vida, tuerce voluntades, nos atornilla a su destino. La contemplo y me doy cuenta que no tengo adonde ir, Caracas nunca pierde, no deja de latir (aun cuando tenga el pecho abierto y se esté desangrando).

En ocasiones cuando te vas siento que caigo, pero la ciudad me recuerda que estamos hechos a su imagen y semejanza.

Claudia Noguera.  Caracas 1963. De Caracas Mortal

 

SOPLOS DE CARACAS

Un túnel de concreto por donde brotan hojas verdes

y en agosto taladran las chicharras.

Un bucle meteorológico cada 6 meses.

Una ciudad en proceso,

construcción incompleta.

Un mapa que venden en la gasolinera

solo para turistas.

 

Un valle de gente,

mejor dicho: una sinfonía automotora

en 4 ruedas, en 2 ruedas,

alternando con atardeceres y papagayos.

 

Cada mañana un prócer nuevo,

una barajita identificando calles de una misma forma.

 

Son los soplos que nos deja Caracas.

 

Y no es suficiente verla con lentes de sol

para difuminar su habitar forzoso,

Sus orificios laxos

 

Caracas es un “sertão” a media hora del Mar Caribe,

una divinidad violenta y selvática.

Iola Mares. Caracas, 1970.  De Porque sí, el cuerpo. Inédito                     

CARACAS

Caracas cambia un billete sucio por una lata de refresco.

Bebe el amargo-dulce mediodía

antes de que se caliente demasiado,

antes de que la eternidad de la autopista

bordee la cintura de la muerte

o se esconda entre sus faldas,

apenas escuche el primer tiro.

 

Inútil controlar lo verde-púbico-abundante

que humedece un mundo de goce acalorado.

También la verdadera fruta está al alcance de la mano.

Y si no, siempre se la puede bajar de una pedrada.

 

Aquí cada segundo apuñala un semáforo.

– Se opera de muerte y de belleza,

pero nunca de espanto –.

Antes de que la luz siquiera cambie

los ojos se apresuran a lamer los cuerpos que desbordan

los cruces de avenida, los escotes.

Ciegos de amarillo, ávidos de verde,

a veces tan rojos que no pueden contener la herida, gritan:

¡Chupa, chupa! ¡Que no se derritan los helados!

¡Caracas se muere de risa!

 

¿Cuánto puede tardar una ambulancia?

Menos mal que siempre se lleva la ropa interior limpia.

 María Gabriela Lovera Montero. Caracas, 1972. Inédito – 2013

 Caracas

Amo la basura, porque la poesía vive ya con la basura.

Manuel Vilas

 

Mira qué grande cómo las avenidas

lamen los hocicos de los aeropuertos.

Mira esta ciudad de historia nueva, de mujeres y hombres nuevos.

Dime si no es grande.

Caminamos junto a los edificios, les rezamos,

les pedimos la eternidad, la chispa de la locura. Les debemos

la espiral negra de los estacionamientos, los cincuenta motores

que cada mañana nos elevan con sus ladridos perfectos.

 

Mira qué grande. Cómo me gusta esta ciudad.

 

En San Francisco me cansé de la misma sonrisa idiota

repetida en todos los rostros.

Nueva York es un espanto agotador,

un martilleo cruel en las costillas.

Ni en Buenos Aires, ni en Bogotá, ni en Madrid,

vi árboles tan saludables.

Barcelona es un mito, una ciudad simulada,

un pasillo de bohemios malnacidos que se ahogan en el mar.

 

Yo amo el amor asesino de los motorizados, los taxis piratas,

el temblor agridulce de los camiones de basura a las 12 de la noche.

Amo el aire acondicionado de las salas de espera

(su rumor de basso continuo), el llanto áspero de los bebés,

el estruendo de los patios a la hora del almuerzo.

Amo las braguetas abiertas de los mendigos en las ferias de comida,

el himno pastoso de la mugre,

las oficinas inflamadas y transparentes cual supernovas

que nublan el vacío como el halo amarillento

de los postes de luz.

 

Adoro el miedo

carburando en las aceras con su elasticidad repentina en la

luz rota del amanecer.

Oh miedo, mi único proyecto, mi última fiebre.

 

Leyendo a La Loca mientras espero que termine de llover,

recuerdo a un viejo amigo que murió apuñaleado

en la Semana Santa del año 2017. Pero él mismo se lo buscó, sí señor,

por no saber lo que es un psicópata,

qué clase de carros manejan,

qué armas llevan con ellos todas las noches,

qué son capaces de hacer si los miras a los ojos,

qué significa si aceleran a todo dar.

 

Caracas, estoy detrás de tus rodillas, con la joroba llena de dolor.

Yo era para ti. Acércate y calma mi dolor, acaricia mi pelo.

Este es nuestro tiempo, pero te haces vieja,

lo dicen todos mis amigos, mis amigos derramados,

descuartizados por todo el planeta. Mis amigos lejos de ti y de mi corazón.

 

De mi supremo ojo saltan monedas, de mi supremo amor

cae el peso de tus ruidos industriales. Eres

una autopista dorada, el mármol negro de la aceleración.

Yo soy tu órgano rojo.

 

Odio los amaneceres, odio la brisa y la luz de la mañana,

su nitidez intacta que pretende burlarse de mí.

Esta es mi lanza, esta es mi bicha —digo como Arquíloco—,

apoyado en ella bebo y con mis músculos desafío a los barcos.

Así espero (esperamos) durante siglos

la llegada del fantasma de Dios,

el más evolucionado de todos los simios,

oh Cristo verde, mutante resucitado que vendrá a incendiar nuestra ciudad

pero yo le partiré la cara.

 

¿Qué cosa es la ciudad?, ¿nos interesa a los poetas?

¿Habrá ciudades después de la muerte?

¿El cerebro es como una ciudad?

 

Las paredes laten con firmeza, se calientan.

El futuro es un pozo de negaciones, una cifra escrita en la vigilia,

una vena que no brota… Estamos locos,

pesa el intestino bajo los ojos, pesa la cáscara del desaliento,

el hastío nos revela el pulso concreto de las cosas

y en el torpor de la noche comprendo que soy varios poetas,

3.05 am, ahora entiendo

que soy

mis dedos poetas

mirando como yo una pantalla luminosa, bebiendo como yo,

masturbándose como yo en la noche ciega de Caracas.

 

Mira qué grande, qué bonito.

 

Bajo este cielo justo nos tumbamos, estamos tumbados,

y en nuestras manos se hincha el glande robusto de la felicidad.

 Santiago Acosta. Caracas, 1983.

Caraqueña outside Ccs.

En esta ciudad el caos se ahoga en el Guaire.

Cómo me río de este río.

En Caracas, decir al otro lado del río suena tan europeo,

lo que no se estila de la bufanda y gabardina,

esa elegancia de caminar entre edificaciones góticas

mientras hojas ocres, cual hélices,

avisan futuros copos de la nieve idealizada en el trópico.

Caracas, cortante sequía pasmosa de plaga acalorada

contra lluvia de días entre montes despavoridamente crecidos

repetidos verdes

que sombrean el escandaloso amarillo de este sol libre.

Más, es el sol de verdad.

Caracas para revivirla.

Astrid Lander. Caracas, 1962.

 

Pasaremos

Transeúntes eternos a través de nosotros mismos,

no hay paisajes sino el paisaje que nosotros somos.

                                      Fernando Pessoa

Caracas vive sin nosotros. Somos transeúntes accidentales. Nos ignora en su enfermedad. La enfermedad: nosotros, parásitos, hormiguero que la socava. Ella sabe que pasaremos y llegarán otros.

Esta ciudad nos acuna sin complacencias, con lo mínimo que le resta de amor, atomizado en la espera de tiempos mejores, promesa con visos de eternidad.

En ese transcurso, El Ávila mantiene sus blasfemias dentro arropadas por la sicodelia de sus cambios de color. Estoico tolera tanto lluvias como fuegos y paciente acalla sus maldiciones. Nuestro espíritu se aferra a lo colosal de la montaña; su estatura, una plegaria contundente, visión definitiva para sobrellevar las ausencias.

Nos seguirán otros.

Ante la montaña predarán por partículas de amor.

Pasarán.

Kira Kariakin, Caracas 1966. Inédito.

 

NIDIA HERNANDEZ | @CodigoVenezuela

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