Por fin ganaron una las abejas

MIRAMUNDO por Gabriel Rumor

Varsovia, Abril 2013.

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Laboriosas y humildes, las abejas han reportado un oportuno y merecido triunfo con la restricción por dos años impuesta por la Unión Europea al uso de pesticidas de tipo neurológico, que las tenían al borde del nocaut.

No pudieron los poderosos cabilderos de la industria química alemana y suiza,  contra las evidencias reiteradas en numerosas investigaciones del efecto perverso de tres productos basados en neonicotinas, permitiendo el señor Tonio Borg, funcionario de la Unión a cargo de la salud, resaltar la importancia de una medida que protege a los animalitos que aportan, sin saberlo desde luego, aportan mediante la polinización, más de 22 millardos de euros anuales a la agricultura europea.

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El Gobierno británico ha sido uno de los pocos en rechazar la medida, que se apoya sin embargo, en más de treinta diferentes estudios científicos, pero tendrá que acomodarse al cuadro legal resultante de ella, mientras que un vocero de la compañía suiza Syngenta lamentó que la Unión pusiese el énfasis en uno de sus productos y no en lo que calificó de las razones verdaderas del predicamento de las abejas, como los virus, el cambio climático, los daños a su habitat y los problemas nutritivos.

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Pero los grupos ecologistas no ceden en su denuncia del carácter especialmente devastador de los agentes neonicotinoides, al ser aplicados a las semillas, por lo que están presentes no sólo en las hojas que alimentan a los insectos sino también en el polen, aunque muchos agricultores afirmen, en cambio, que los insecticidas son vitales para impedir que una vasta gama de parásitos devoren los sembradíos.

En síntesis, pareciera que la actuación de la Unión Europea ha sido la más correcta, apoyándose en el principio de la precaución, incluso en ausencia de la unanimidad de los centros científicos, para frenar consecuencias negativas.

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En fin, es también un triunfo para autores como Alison Benjam y Brian MacCallum, que en su reciente libro Un Mundo sin Abejas dibujaban el ominoso panorama de un planeta, que apenas sobreviviría cuatro años después de la desaparición de estos insectos, responsables de la polinización y del ecosistema  y, en definitiva, del 70% de la comida que consumimos.