La Doctora Rebeca Jiménez nos orienta sobre cómo abordar situaciones de riesgo

Por Marisela Valero @lavalero

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Ante la situación de evidente transformación e incertidumbre que vive el planeta, te ofrecemos la entrevista que hicimos a la Doctora Rebeca Jimenez, médico Psiquiatra, con amplia experiencia en parejas y familias, así como en Neurofármacos y Medicina Cuántica, para conversar sobre cómo sobrellevar las crisis en situaciones complejas.

La doctora Rebeca Jimenez con Marisela Valero en el estudio.

La doctora Rebeca Jimenez con Marisela Valero en el estudio.

En esta ocasión la Doctora Jimenez nos da una visión amplia sobre las diferentes maneras en que podemos abordar una situación de riesgo vital y nos ofrece recomendaciones muy importantes acerca de la necesidad de estar conscientes en primera instancia de nuestras fortalezas y también de nuestros retos por superar.

Nuestra invitada indica que existen tres formas básicas de comportarse ante una situación de emergencia o de crisis: huir de ella, enfrentarla de manera frontal o retroceder, para tomar distancia y poder evaluar mejor la respuesta.

Tener la valentía de huir: es un consejo tan válido ayer como hoy

La sociedad generalmente aplaude a los «valientes», el heroismo, al que se enfrenta de forma directa a los riesgos, aún a costa de su propia vida. Si bien es plausible actuar con determinación, no siempre es la mejor opción, porque cuando el enemigo a vencer, llámese crisis, obstáculo laboral, emocional, o hasta un riesgo físico, tipo asalto, es muy superior a nuestras fuerzas en ese momento es necesario huir, para preservar la vida. Huir es una opción tan válida como enfrentarse.

Nos comenta Rebeca, las personas sujetas a síncopes vagales –es decir a perder fácilmente el conocimiento, porque son impresionables o por una baja tensión arterial–, saben que en cuanto notan los síntomas de un desvanecimiento, tienen que huir de la causa sin tratar de enfrentarse a ella, pues difícilmente podrán vencer a su naturaleza.

El miedo es una función que se acepta existe en los animales inferiores al hombre. Es considerado como una función básica que marca una conducta instintiva de supervivencia.

Sin embargo en el humano puede considerarse que este instinto es modificado por la inteligencia y las funciones cognitivas, asignándole subjetividad.

Ahora bien, para la Doctora Jimenez, lo ideal es hacer constante revisión de nuestras fortalezas, herramientas vitales con las que contamos para resolver nuestras crisis, estudiar muy bien al enemigo a vencer, constatar que la vía a tomar no sea un riesgo innecesario. Por eso ella recomienda detenerse, si es posible retroceder mientras se evalúa la situación, para no tomar decisiones impulsivas. Respirar profundo es la mejor herramienta para calmarse y poder reflexionar, sin sentirse «cobarde» o culpable por no actuar de inmediato.

El temor genera una respuesta emocional y una conducta posterior de supervivencia. Que puede conducir a la huida o a la detención de una acción que hubiera puesto en riesgo la vida o por lo contrario a una conducta que avanza sobre un objetivo, pero luego de haberlo supervisado. Esto, por ejemplo, se observa en estudios de animales que ante un estímulo aversivo previo, avanzan pero con mayor desconfianza, midiendo cada paso.

De lejos la montaña se ve mas completa y nítida, con más calma se toman mejores decisiones, cuando actuamos con rabia o con miedo, el cuerpo reacciona de forma primitiva, y si bien funciona para la supervivencia, de ahi que huir sea una opción muy válida para salvarse, cuando podemos tener mayor control de nuestras emociones, también nuestra conducta será mucho mas acertiva y las consecuencias seguramente más positivas para un buen resultado.

Hablemos un poco más sobre el miedo y sus respuestas.

Un grupo de la Universidad de Columbia, con el que trabajó el premio Nobel, Eric Kandel, estudio la respuesta de miedo en el molusco Aplysia, un caracol con solo 20.000 neuronas (el humano tiene cien mil millones).

Observaron que este pequeño y elemental animal puede aprender ante un mensaje que lo injurie. Mediante un estímulo eléctrico asociado a una sustancia química, se generará un reflejo condicionado. Posteriormente cuando se le contactaba con esta sustancia, pero sin descarga eléctrica, igualmente se generaba una respuesta defensiva en este caracol.

El animal daba claras señales de un aumento de la prevención y señales de defensa ante esta simple sustancia. Esto fue considerado como un aprendizaje a un evento adverso, con una modificación de respuesta aprendida subsecuente. Pero además en un animal tan simple en el que cuesta mucho asignarle algo de subjetividad. Siendo un modelo muy simple, pero revolucionario para ese momento de recuerdo y aprendizaje: en este caso del miedo.

En los animales más grandes el temor se responde con la activación del sistema de lucha (puede ser confrontación o huida). Despertando a sistema autonómico simpático (sudor, taquicardia, aumento de la respiración etc…). Aunque también puede observarse un activación secundaria del sistema parasimpático que es de reposo y de alimentación, que sin embargo se prende desde el comienzo de la respuesta; generando como prevención, la acumulación de energía alimentaria ante el peligro.

Esta respuesta se da por un localizador de peligros. Que se encuentra en nuestro cerebro y que está siempre prendido, así descubre, en forma inconsciente, si algo es adecuado o riesgoso para lo habitual. Este censor permanente es un conjunto de neuronas que conforman un núcleo subcortical del lóbulo temporal del cerebro, que es la amígdala cerebral.

Pero no solo la amígdala trabaja en situaciones de miedo. Existen otros sectores cerebrales que aportarían grados diferentes de subjetividad y la toma de decisiones en la persona que tiene miedo.

También se conjuga el trabajo con el lóbulo cerebral de la ínsula, genera una preparación para hacer consciente al temor detectado por la amígdala. Se relaciona con los componentes fisiológicos autonómicos como taquicardia o sudor pero además contribuye al cuadro de percepción cognitivo de ansiedad. Esta sensación de temor luego es llevada a un mayor grado de atención de la conciencia en la corteza cingulada anterior. Para finalmente concientizar y racionalizarla en la corteza prefrontal, donde se racionaliza y se subjetiviza la toma de decisión final. Que puede ser huida o lucha pero con supervisión.

Es decir que en el humano se describe un miedo mucho más complejo y elaborado, concientizado a partir del desarrollo de las cortezas cognitivas. Ese miedo primitivo puede transformarse en temores objetivables fisiológicos o normales. O patológicos como las fobias, donde se genera una reacción desmesurada.

El miedo transcurre ante una situación concreta e inmediata, como una respuesta aguda a situaciones específicas. Este temor se transforma en ansiedad al hacerse más inespecífico, global y con menor riesgo inminente, lo cual probablemente sea algo diferente.

La ansiedad en sí es también una función fisiológica que codifica el contexto, aumenta la atención y la flexibilidad cognitiva cuando el sujeto es normal. Pero que al desbordarse puede ser patológica.

Ante este contexto temeroso la conducta puede ser la evitación o la observación y el arribo a la búsqueda, tanto en animales como en los humanos.

El neurocientífico Dominik Bach de la Universidad de Zurich describe que animales y el hombre comparten una zona cerebral que maneja la valoración de riesgos: la parte anterior del hipocampo. Esta área trabajaría la conducta de evitación o aproximación.

Esta zona está relacionada con la memoria (de lo acontecido en este caso) y de la ubicación en el espacio tanto en animales como las personas. Además linda anatómicamente con la amígdala, que es el sensor que estando cerca hace más rápida y económica la respuesta conductual.

En todo caso en situaciones de miedo se plantea un conflicto de aproximación Pues si se huye se puede perder la recompensa, pero si se continúa la actividad peligrosa se pueden correr riesgos que el huir evitaría. Aún continuando la acción se producirá una cierta inhibición conductual que aumentará el tiempo de trabajo. Excepto en patologías en las que se alteren las amígdalas neurológicamente, en psicosis o en trastornos cognitivos. En los que la subjetividad y la conciencia de realidad se encuentran desarticulados.

En el viaje cognitivo desde el sensor amigdalino al lóbulo prefrontal en el humano se produce una transformación subjetiva de la persona. En ese proceso se generan procesos de memorización y aprendizaje, que aportan variantes que complejizan ampliamente la toma de decisiones.

En el caso de los miedos será huir o hurgar; esto condiciona muy frecuentemente nuestra conducta, desde las situaciones temerosas más simples a las más complejas.

Es por esto que la recomendación es estar alertas ante nuestras capacidades y reacciones, practicar la respiración consciente, tomar distancia ante los riesgos, evaluar, reflexionar, para que nuestras acciones estén a favor de respuestas menos impulsivas y más centradas en resultados favorables.

Fuente: https://www.baenegocios.com/sociedad/Cerebro-y-subjetividad-del-miedo-20180627-0026.html